El ámbito cultural (museos, conciertos, espacios públicos, ferias, fiestas tradicionales, espacios deportivos, celebraciones, etc.) ponen al niño en contacto con ámbitos culturales de gran diversidad, que lo introducen a conocer vestimentas, costumbres, ritos, reglas y un mundo infinito que enriquece su inserción cultural.
Las salidas también ofrecen un entorno en el que las relaciones sociales se ponen en juego: saludar y despedirse, preguntar o entablar un diálogo, intervenir o esperar el turno para hablar, pedir permiso, dar las gracias, limpiarse los pies al entrar o saber caminar en un lugar especial, o respetar que en un museo se observa sin tocar, son estrategias comunicativas y sociales de mucha riqueza que el niño aprende en escenarios y situaciones reales.
Cada ámbito tiene formas particulares de comportarse: no es lo mismo caminar en una granja que en un teatro, el silencio en un concierto o biblioteca, que en un parque, la forma de comportarse en una fiesta familiar, que una ceremonia religiosa. Anticipar esas formas sociales propias de cada ámbito son una parte de enorme riqueza de la salida, porque exponen al niño a diferentes formas de comportamiento según el entorno.
La diversidad de ámbitos culturales le ofrece al niño “todo el universo como contexto de estudio”, tal como decía M. Montessori. Para aprovecharlos, hace falta un adulto perspicaz y creativo, que sepa detenerse según el interés del niño, que nunca es el mismo que el del adulto: una forma, un color, un contraste de tamaño, de temperatura, un sonido, pueden despertar su curiosidad. Hace falta un adulto le dé tiempo suficiente para observar, apreciar, detenerse y disfrutar, siguiendo el ritmo del niño, capaz de asombro y contemplación.
Es cuestión de mirar con atención las oportunidades que tenemos cerca: una escultura en un lugar público, iglesia, club, plaza, zoológico, museo; estos ámbitos ofrecen al niño formas de comportarse, maneras de transitar un espacio y de comprender la cultura en la que el niño se inserta.